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15.11.19

Om Alí / Budín de pan egipcio, un postre glamuroso...



 
Los postres árabes siempre son sinónimo de las mil y una noches, una cosa llena de contrastes con la variedad enorme de frutos secos, en muchos casos acompañados por leche con toda su grasa  y de buena calidad, de ello depende el éxito de estas recetas.  
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6.1.19

Mermelada de damascos deshidratados, ámbar celestial...



Aprovecho desde la finca para escribir esta entrada de inicio de año, que el viaje se va acabando poco a poco en Colombia y aprovechamos un rato para escribir entre el sonido de las aves, es cerrar los ojos  y sentir los grillos, pajaritos cantando a lo lejos, algunos colibríes que felices danzan entre flores, alguno que otro parajito se da un chapuzón en una pequeña pila de piedra llena de agua, el aroma del campo nos rodea y ya pronto volveremos a la ciudad y su ruido, los datos se me han acabado y espero poder cargar pronto, que estamos en la casa de la montaña, donde la señal es un poco mejor, la naturaleza y placer de inhalar aire puro, en medio del bosque, la montaña, la bruma de la mañana, el sol de la tarde, los cafetales, los arboles de naranja, limón, yuca, plátano, aguacate, chirimoyas, chachafruto, mandarinas, guayabas, gallinas en el pequeño corral..., cada suspiro de aire, cada trozo de vista, cada bocado de fruta, es un tesoro que cada año guardo en mi corazón. 
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9.11.18

Mar de anacardos y leche de coco en galleta de frutos secos - Paseo a la orilla del mar...



A lo lejos la veo a ella..., la idea del mar, el sonido de las olas, la sensación de estar inmersa en alguna playa de cualquier lugar la hace feliz. Camina sola por la arena, mientras las olas se acercan lentamente a sus pies desnudos. Va rodeando aquella playa solitaria, junto con la brisa que revolotea juguetona entre las ondas de su cabello suelto, viento feliz que se entrelaza y se cruza por su cara. Ella, con esa manera sutil y estilo único lo lleva atrás de sus orejas de elfa; pero, la brisa es más fuerte que su intención. Mira hacía el suelo y voltea a ver solo un instante el camino de huellas que dejan esas pisadas suaves que compone su característico bamboleo de caderas. Plasmadas en un ritmo de efímeras pinceladas que, lentamente se van difuminando; de repente, alguien pasa a su lado caminando también, una mujer mayor con un vestido blanco que como suspendida en el tiempo oculta sus ojos y parte de su rostro, el ocaso de un día soleado se hace presente y allí entre las gaviotas que regresan a casa y los rayos de sol que tímidamente se cuelan entre las nubes grises, despide aquel día, con la mirada en el horizonte. La metáfora de la vida se captura en aquel ritmo anacrónico de momentos. Ha compartido un segundo con su otro yo, en medio del crepúsculo mágico de tiempos e instantes entrelazados.
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